Yoga rúnico ancestral, empieza hoy

¿Yoga rúnico ancestral? Spoiler: no. Es fantasía moderna con capa de misterio barato.

Vamos a poner orden antes de que alguien encienda un incienso y se enrosque formando la runa Eiwaz: el llamado «yoga rúnico» no existía en la Era Vikinga, ni en la Edad de Hierro germánica, ni en ningún momento del mundo precristiano escandinavo. No hay sagas, ni piedras rúnicas, ni crónicas monásticas que respalden la idea de que los antiguos pueblos nórdicos practicaran posturas corporales como herramienta espiritual sistemática.

Las runas, en su contexto original, eran ante todo un sistema de escritura —la más conocida es el futhark (el alfabeto rúnico)—, utilizado entre los siglos II y XI aproximadamente. También tenían un uso ritual o mágico, sí, como lo muestra la inscripción de Lindholm amulett o la piedra de Rök. Pero nada de eso implica que se hicieran posturas con el cuerpo para canalizar energía rúnica. ¿Sabes lo que sí hacían? Grabar runas con cuchillos, sangre o fuego, no hacer la postura del algiz invertido mientras respiraban “energía de los nueve mundos”.

Entonces, ¿de dónde salió esta invención moderna?

Aquí entra en escena Friedrich Bernhard Marby, un ocultista alemán de los años 20 y 30, obsesionado con “vibraciones cósmicas” y “corrientes rúnicas”. Marby creía que al adoptar formas rúnicas con el cuerpo, uno podía alinearse con fuerzas energéticas del universo germánico. Casi como yoga, pero con estética nórdica y cero fuentes históricas. Cabe destacar que Marby fue parte del movimiento völkisch, un caldo de cultivo nacionalista y racista que alimentó a muchos ideólogos del nazismo. No es exactamente el origen más luminoso para una práctica espiritual.

Otro personaje importante fue Siegfried Adolf Kummer, que también se subió a la ola de la “gimnasia esotérica germánica”. Junto con Marby, intentaron reinventar un pasado que jamás existió, combinando simbolismo rúnico, teorías raciales y algo de fantasía mística. El resultado fue una especie de runic calisthenics con carga ideológica.

¿Y hoy? ¿Quién vende esta idea?

Hoy en día, el “yoga rúnico” ha sido reciclado y despolitizado (al menos en la superficie) por autores dentro del ámbito del neopaganismo, la Nueva Era y el ocultismo pop. Entre los más notorios:

Stephen Flowers (alias Edred Thorsson), quien retoma y reinterpreta a Marby y Kummer desde una perspectiva más académica-esotérica. Aunque trata de limpiarlo, las raíces siguen ahí.

Karl Hans Welz y Guido von List también son figuras citadas en círculos más extremos o marginales.

En redes sociales y YouTube, encontrarás a instructores modernos que se presentan como maestros de yoga rúnico, mezclando posturas de yoga tradicional con formas rúnicas, chakras, respiración holotrópica, astrología vikinga —y cualquier otra palabra que suene mística en Google.

La mayoría de estos vendedores del “pasado” olvidan convenientemente que no hay evidencia alguna de que los pueblos nórdicos hicieran esto. Es como inventar “tai chi egipcio” y decir que lo practicaba Imhotep para alinear su chi con el Nilo.

Conclusión:

¿El yoga rúnico puede tener valor personal, simbólico o psicológico? Claro. ¿Puedes practicarlo como una herramienta moderna de conexión espiritual? Si te sirve, adelante. Pero por el amor de Snorri Sturluson, no lo vendas como tradición ancestral nórdica, porque lo único ancestral en eso es la creatividad… y las ganas de embellecer el pasado con filtros de Instagram místico.

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