(Y por qué a Odín probablemente le daría un infarto si lo supiera)
Ah, Wotan. También conocido como Odín, para los que prefieren sonar menos como villano de cómic underground. Dios nórdico de la sabiduría, la guerra, la poesía… y, últimamente, de los supremacistas blancos con WiFi. Porque si algo define el siglo XXI es que hasta los dioses antiguos necesitan un community manager, aunque venga con faltas de ortografía y memes con runas mal copiadas de Wikipedia.
Pero vamos por partes. ¿Por qué este señor con un solo ojo, capa dramática y sed de conocimiento estilo Doctor Strange ha sido secuestrado por gente como David Lane? Lane, para quienes no lo ubiquen, es ese tipo que escribió las infames 14 palabras —una especie de mantra supremacista con pretensiones de autoayuda racial— y decidió que lo mejor para su causa era fundar una religión: el Wotanismo. Una reinterpretación (léase: churrasco ideológico) de la espiritualidad germánica, sazonada con pseudociencia, racismo y delirios épicos. Como si alguien intentara hacer un batido de proteína nazi con ingredientes mitológicos.
En su texto Wotansvolk Wisdom (2001), Lane mezcla mitología con supremacismo como quien prepara una lasaña usando cemento en vez de bechamel. Su idea: convertir a Wotan en el tótem espiritual del “hombre blanco oprimido”, ese héroe trágico que sufre porque el mundo ya no le deja decir barbaridades en paz. Spoiler: el verdadero enemigo de esta gente es el corrector ortográfico.
Y no, no es que Wotan estuviera en paro y dijera: “Bueno, me meto al fascismo para pasar el rato”. Ya en 1936 Carl Jung —ese que no necesitaba TikTok para volverse influyente— hablaba de Wotan como un símbolo potente del inconsciente colectivo germánico. Pero lo suyo era psicología, no cosplay paramilitar. Adivina qué parte ignoraron los neonazis. Exacto: toda la parte donde Jung no dice “formen milicias y pónganse cascos con cuernos”.
Ahora bien, ¿por qué tantos neonacionalistas andan por ahí gritando «Wotan vive» como si fuera una banda de metal que nunca pegó pero ellos aún aman? Fácil. Es marketing. Branding ideológico. En lugar de decir “odiamos todo lo que no sea blanco y del norte”, dicen “seguimos el camino de Wotan”, como si eso hiciera su discurso menos tóxico y más… místico. Es como echarle brillantina a un pastel de odio: sigue siendo incomible.
Y claro, si todos los movimientos identitarios apelan a sus raíces, los nacionalistas blancos no iban a quedarse sin un mito con flow. El cristianismo les sabe a globalización con culpa. Grecia y Roma, demasiado sofisticados, demasiado filósofos, y —seamos honestos— demasiado cómodos con la toga al viento. Pero Wotan… ¡ah, Wotan! Masculino, violento, sabio, nórdico y, bonus track, suficientemente oscuro como para sonar “auténtico” sin necesidad de leer más de tres páginas.
El problema, claro, es que casi nadie les lleva la contraria. Porque casi nadie estudia mitología nórdica seriamente. Salvo Neil Gaiman, y él claramente no estaría invitado a sus asambleas.
Así que, en resumen: Wotan no pidió esto. Era un dios complejo, contradictorio, a veces manipulador, a veces poético, siempre raro. Que lo reduzcan a un logo para supremacistas en busca de épica barata es como decir que Nietzsche era nazi porque su hermana hizo un fanfic distorsionado con sus escritos. (Spoiler final: no lo era. Nietzsche se pasó la vida criticando nacionalismos y acabó loco, pero no por eso.)
Referencias reales (porque reírse está bien, pero también hay que saber de qué va la cosa):
David Lane, Deceived, Damned & Defiant (2004) y Wotansvolk Wisdom (2001)
Carl Jung, Wotan (1936), en Civilization in Transition
Nicholas Goodrick-Clarke, Black Sun: Aryan Cults, Esoteric Nazism and the Politics of Identity (2003)
Mattias Gardell, Gods of the Blood: The Pagan Revival and White Separatism (2003)
