Odín, el Precio de la Victoria
Antes del pacto hubo ceniza.
Antes de la sabiduría, gritos.
Los Æsir marcharon con hierro y furia,
los Vanir respondieron con magia vieja,
y el mundo aprendió a sangrar.
Escudos rotos cubrieron el cielo,
dioses cayeron sin nombre ni canto,
la sangre divina ennegreció la tierra
y Yggdrasil crujió bajo el peso del odio.
No hubo honor.
Solo resistencia.
Odín lanzó Gungnir sobre ambos bandos
y selló la guerra con una maldición:
nadie vencería sin perderse.
Los muertos no dormían,
los vivos envidiaban a los caídos.
Asgard ardió bajo hechizos impuros,
mares se llenaron de cuerpos,
y la guerra se volvió costumbre,
una herida que no cerraba.
Entonces Odín eligió romperse.
Arrancó su ojo para mirar el horror completo,
se colgó nueve noches del árbol del mundo,
no por gloria,
sino para aprender a soportar el fin.
Comprendió que la guerra no se gana:
se sobrevive a ella.
Propuso paz no como perdón,
sino como agotamiento.
El intercambio de rehenes fue carne por silencio.
Freyja llegó,
y con ella el seiðr,
magia torcida que Odín robó y convirtió en arma.
Mímir perdió la cabeza,
pero no la voz.
Odín la guardó viva,
alimentándose de secretos y presagios.
Así terminó la guerra,
no con justicia,
sino con equilibrio sangrante.
Odín quedó incompleto:
tuerto, colgado, manchado,
pero necesario.
Hoy reina entre muertos escogidos,
preparando el último combate.
No busca evitar el Ragnarök.
Ya aprendió que incluso los dioses
deben pagar la victoria
con su propia ruina.
Escrito por RdM
