Empecemos por destruir la imagen pop. Una völva (plural: völur) no era una señora encantadora con corona de flores lanzando hechizos de amor. Era una figura poderosa, peligrosa y profundamente temida en la sociedad escandinava precristiana. De hecho, su sola presencia implicaba que algo grave —o irreversible— iba a pasar. Porque sí: su función era leer y manipular el destino, no endulzarte la vida con frases espirituales baratas.
1. Etimología y función social
El término völva proviene del nórdico antiguo vǫlva, que se traduce como «la portadora del bastón» (vǫlr = bastón o vara mágica). Este objeto no era decorativo: simbolizaba su poder ritual y era una herramienta de seiðr, una forma de magia extática. Esta práctica está estrechamente relacionada con la manipulación de la mente, el destino (ørlǫg) y los hilos invisibles que conectan los mundos.
Fuente: Strömbäck, Dag. Sejd: Textstudier i nordisk religionshistoria, 1935.
El seiðr (pronunciado “seidhr”) es descrito en fuentes como la Ynglinga saga de Snorri Sturluson como un tipo de magia que implicaba trances, visiones proféticas y alteración de eventos futuros. Curiosamente, Snorri lo vincula con el dios Odín, pero también afirma que su práctica era considerada «vergonzosa» (ergi) para los hombres —por lo que recaía principalmente en mujeres.
Fuente: Sturluson, Snorri. Heimskringla, c. 1230.
2. Völva ≠ bruja ≠ chamana
La völva no debe confundirse con la «bruja» medieval ni con la chamana siberiana, aunque comparta prácticas similares (trance, viaje espiritual, comunicación con lo invisible). Su papel era religioso, político y espiritual, una especie de interfaz viviente entre mundos. No lanzaba hechizos simplones: leía las líneas del Wyrd, el tejido del destino, y podía influir sobre ellas.
Fuente: Price, Neil. The Viking Way: Magic and Mind in Late Iron Age Scandinavia, Oxbow Books, 2019.
Según Price, muchas völur eran itinerantes. Eran llamadas a clanes o aldeas para rituales específicos. Eran tratadas con extrema reverencia, alimentadas, alojadas y respetadas por el poder que traían consigo. Su papel era tan ambiguo como temido: mediadoras, pero también agentes del caos cuando era necesario.
3. Evidencia arqueológica
La tumba de Oseberg (siglo IX, Noruega), uno de los hallazgos más ricos de la era vikinga, contiene el cuerpo de una mujer de alto estatus, enterrada con un bastón curvado, hongos psicoactivos (Amanita muscaria) y objetos rituales. Muchos arqueólogos, entre ellos Neil Price y Jenny Jochens, sugieren que esta mujer podría haber sido una völva.
Fuente: Jesch, Judith. Women in the Viking Age, Boydell Press, 1991.
Fuente: Price, Neil. The Viking Way, capítulo 8: “Death and the Otherworld”.
4. ¿Qué no eran?
No eran «sanadoras herbales» al estilo moderno. Sí, podían conocer hierbas, pero su foco no era la medicina: era la manipulación del poder, el destino y la percepción.
No eran «espiritistas de la luz». Trabajaban con los muertos, con entidades liminales, con los rincones oscuros de la cosmología nórdica.
No eran feministas anacrónicas. Su poder no era ideológico, era ritual, simbólico y a veces temido incluso por los propios dioses (como Odín, que practicaba seiðr, pero lo hacía a escondidas).
5. La profecía y el Ragnarok
El ejemplo más famoso de una völva está en la Völuspá, el primer canto de la Edda Poética. En él, una völva recita la historia del universo desde su creación hasta su destrucción en el Ragnarok. ¿La llaman para entretenimiento? No. Los dioses le ruegan que revele el destino del mundo. Esa es su liga: no hace lecturas de tarot. Recita la muerte de los dioses.
Fuente: Völuspá, en The Poetic Edda, trad. Carolyne Larrington, Oxford World’s Classics, 1996.
Resumen técnico-agresivo para los que quieran seguir romantizando:
Una völva era una figura de poder religioso y metafísico, especialista en seiðr, operadora del destino, temida incluso por los reyes. Su saber era profundo, crudo, ancestral. No jugaba a la magia: la encarnaba. Así que la próxima vez que veas a alguien vestida con capa de terciopelo vendiendo «runas energéticas» en la feria medieval, hazle un favor: recomiéndale que lea algo. Porque las verdaderas völvas no vendían humo —te lo soplaban en la cara para verte temblar.
