Imagínate esto: una isla llena de ovejas, volcanes, gente recia que compone poesía épica mientras te parte la cabeza con una hacha. Bienvenido a Islandia en el siglo XIII, durante uno de los periodos más caóticos, sangrientos y, sorprendentemente literarios de su historia: la Edad Sturlunga. También conocida como ese momento incómodo cuando todos los líderes islandeses decidieron jugar a ver quién tenía el clan más grande y nadie terminó ganando.
Todo empezó en 1220 (porque las telenovelas vikingas también tienen fecha)
La Edad Sturlunga —o Sturlungaöld, si estás tratando de impresionar en una cena medieval nórdica— fue un periodo de guerra civil en Islandia que duró desde 1220 hasta 1262–64. Fue como una temporada muy larga de Game of Thrones, pero sin HBO y con más pieles de foca.
Todo giraba alrededor del clan Sturlungar, una familia con más drama que los Lannister. El protagonista estrella de esta serie: Snorri Sturluson, escritor de la Edda, historiador, político y probablemente el tipo que más sabía sobre dioses nórdicos… mientras tramaba alianzas secretas con el Rey de Noruega. Porque claro, ¿quién no quiere ser vasallo de un monarca extranjero cuando tu isla está en llamas?
> Fuente sabionda: Jesse L. Byock, Medieval Iceland: Society, Sagas, and Power (1990)
Cuando cada granjero quería ser rey
El sistema político islandés en la época era… raro. No había rey. Ni presidente. Ni comité de vecinos. Había un parlamento ancestral llamado Alþingi (fundado en el año 930, casi como una convención de cosplayers de vikingos), y jefes locales llamados goðar que se creían semidioses con barba.
En este contexto, los Sturlungar dijeron: “¿Y si dominamos toda la isla?” Lo intentaron. Spoiler: salió fatal.
La saga se calienta: batallas, traiciones y Snorri pidiendo por favor
Sturla Sighvatsson, sobrino de Snorri, se lanzó a la conquista como si fuera Mario Bros pero con menos saltos y más decapitaciones. Formó alianzas, rompió alianzas, se peleó con medio país… hasta que llegó la Batalla de Örlygsstaðir (1238), donde él y su papá Sighvatur llevaron un ejército a pelear contra Gissur Þorvaldsson y Kolbeinn el Joven.
Resultado: derrota épica. Fue como si hubieran apostado todo a que podían ganar lanzando poesía. Murieron unos 50 hombres del lado Sturlunga y… bueno, el otro bando apenas se despeinó.
> Saga Sturlunga: “Gissur atacó con fiereza. Sturla cayó. Sighvatur cayó. Y el brunch del domingo se canceló”.
Ah, y no olvidemos el asesinato de Snorri en 1241. Fue tan dramático que se cree que sus últimas palabras fueron:
> «Eigi skal höggva!» («¡No me golpees!»).
Spoiler: lo golpearon. Bastante.
Y aún así, escribían sagas como si fueran críticos literarios
Entre batalla y batalla, los islandeses sacaban tiempo para documentar todo. Porque si vas a pelearte con tu primo, al menos escribe una saga para que lo lean tus nietos. Así nació la gloriosa y brutal Sturlunga Saga, una colección de relatos contemporáneos que narra todas estas batallas con lujo de detalles: desde cómo se dividían los botes de mantequilla hasta quién apuñaló a quién en la cara.
Lo mejor: muchos de estos textos fueron escritos por Sturla Þórðarson, sobrino de Snorri, testigo directo del caos y chismoso nivel Dios.
> Guðrún Nordal, Ethics and Action in 13th Century Iceland: “Las sagas eran medios de poder, no solo de memoria. También, eran bastante entretenidas”.
Momentos icónicos de la Edad Sturlunga (aka “Islandia en modo Mortal Kombat”)
Batalla de Flóabardagi (1244): batalla naval. Sí, Islandia tiene solo un puerto decente, ¡y aun así encontraron cómo pelear sobre el agua!
Batalla de Haugsnes (1246): la más sangrienta en la historia islandesa. Alrededor de 110 muertos. Nadie recuerda por qué empezó. Pero, oye, ¡epicidad asegurada!
Peleas familiares: hubo mutilaciones, apuñalamientos, envenenamientos, y todo con parientes. Islandia: donde una cena familiar puede terminar en una saga de 300 páginas.
¿Y al final? La rendición más elegante de la historia
Después de 40 años de matarse como vikingos civilizados, los islandeses dijeron: “¿Y si dejamos que el Rey de Noruega nos gobierne?”. Y así, entre 1262 y 1264, firmaron el Viejo Pacto (Gamli sáttmáli), donde básicamente dijeron: “Sí, señor rey, puede cobrar impuestos, solo mándenos madera”.
Islandia perdió su independencia… pero ganó paz. Y papel. Y madera. Que también hacía falta para escribir más sagas.
Epílogo: por qué la Edad Sturlunga mola más de lo que crees
Es la única guerra civil medieval donde los protagonistas también fueron los cronistas. Imagínate a Napoleón escribiendo su propia biografía durante Waterloo.
Cada traición venía acompañada de una metáfora poética.
En un solo párrafo, puedes tener una genealogía de 12 generaciones, una batalla a muerte y una queja sobre el clima.
Fuentes para quedar como un erudito en la próxima fiesta nórdica
Sturlunga Saga, edición de Guðni Jónsson (1946)
Jesse L. Byock, Medieval Iceland: Society, Sagas, and Power (1990)
Guðrún Nordal, Ethics and Action in Thirteenth‑Century Iceland (1998)
Vikingos, sí. Estúpidos, jamás.
La Edad Sturlunga es ese raro caso donde historia, literatura y caos total conviven en armonía. Islandia nos enseñó que puedes pelearte con tu primo, perder tu libertad nacional, asesinar a tu tío famoso… y aún así dejar un legado literario tan potente que mil años después, un chatbot está escribiendo un ensayo sobre ello con chistes malos.
Y eso, amigos míos, es verdaderamente… épico.
