Hablar «godo» para ligar

¿Leer y escribir en godo para ser más “puro”? Quítate el casco de plástico y siéntate, que vamos a desarmar tu fantasía.

Vamos por partes: el godo es una lengua germánica oriental extinta desde hace más de un milenio. Fue hablada por los godos (visigodos y ostrogodos), y no tiene relación directa con el nórdico antiguo —la verdadera lengua de las Eddas y las sagas escandinavas. El godo no era el idioma de los vikingos, ni de los mitos nórdicos, ni de los cultos odínicos. Era, para más inri, la primera lengua germánica plenamente cristianizada.

Wulfila: el obispo que forzó un alfabeto para evangelizar

Wulfila, un obispo arriano del siglo IV, no solo tradujo la Biblia al gótico, sino que diseñó un alfabeto híbrido para ello, ensamblando letras griegas, latinas y símbolos rúnicos. ¿Para qué? Para convertir paganos al cristianismo. Así que sí, el corpus gótico que poseemos —encabezado por la Codex Argenteus, una Biblia escrita en tinta de plata y oro— no es una herencia pagana ni espiritual: es una herramienta misionera. No es lenguaje sagrado ancestral, es propaganda bíblica de época tardorromana.

¿Leer godo te conecta con los dioses? Solo si tu dios es Jesucristo.

La fantasía racista disfrazada de devoción

Ahora entremos en la podredumbre real: hay una narrativa pseudoespiritual —con tintes neonazis más o menos explícitos— que idealiza el godo como “idioma originario de los arios”, como si al pronunciarlo uno se acercara a un pasado mítico y “racialmente puro”. Este delirio no es nuevo: es reciclaje directo del movimiento völkisch, el caldo de cultivo ideológico del nazismo, que mezclaba nacionalismo étnico, neopaganismo adulterado y supremacismo blanco.

Frases como “honrar a los dioses de tu sangre” no son místicas: son herederas del mismo veneno ideológico que justificó genocidios. El godo, en este marco, no es una lengua de estudio: es un fetiche identitario. Un disfraz espiritual para quienes aún no han soltado el discurso de pureza racial.

¿Quieres conocer el paganismo germánico? Aprende nórdico antiguo.

Si de verdad buscas una conexión seria con la espiritualidad precristiana del norte, estudia nórdico antiguo, proto-germánico o incluso inglés antiguo. Esas son las lenguas en las que se escribieron los textos mitológicos, las invocaciones a los dioses, las leyes tribales paganas. No el godo, que fue moldeado para encajar la cruz en la garganta de los pueblos germánicos.

¿Y el godo, entonces, para qué sirve?

Desde una perspectiva académica, el godo es fascinante: nos permite reconstruir el protogermánico, entender la difusión del cristianismo entre los pueblos germánicos y analizar las mutaciones fonológicas y morfosintácticas dentro de la familia indoeuropea. Sirve a los lingüistas, historiadores y filólogos. No a los aspirantes a druida con esvásticas camufladas en runas.

Conclusión: la espiritualidad no se mide en glifos ni en sangre.

Leer godo no te hace más pagano. Tu “ADN germánico” no te otorga acceso VIP al Valhalla. La lengua no valida tu fe. Si tu práctica espiritual se sostiene sobre conceptos como “raza”, “pureza” o “linaje”, no estás haciendo reconstruccionismo pagano. Estás haciendo cosplay supremacista.

Y Odín, créeme, no necesita más fanáticos con delirios de pureza.

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