Ah, los bindrunes. Esos garabatos “ancestrales” que ves tatuados en brazos de hipsters, en libretas de brujitas nórdicas autoproclamadas y en posteos místicos que te prometen lo de siempre: “Este símbolo atrae protección, abundancia y te alinea los chakras con Odín”. Spoiler nivel Odín enojado: no, no lo hace.
Sí, los bindrunes existieron. Pero no, no eran fórmulas mágicas secretas transmitidas por los dioses entre cuernos de hidromiel y rayos de sabiduría astral. En realidad, eran… redoble de tambores… ¡una forma práctica de escribir! Como cuando escribes “xq” en lugar de “porque”. Tan mágico como un post-it.
¿Y de dónde salió la brillante idea de que unir runas te convierte en Gandalf versión nórdica? Dale las gracias al ocultista austriaco Guido von List, ese campeón del delirio que en el siglo XX se inventó un alfabeto rúnico (el “Armanen”) tras recibir una supuesta revelación mística. El tipo mezcló runas, esoterismo, nacionalismo alemán y un poquito de fanatismo, y voilà: nacieron los bindrunes mágicos. Cero relación con la realidad vikinga, pero claro, vende más que decir “esto es solo un collage de letras”.
A partir de ahí, los esotéricos modernos lo remixearon con astrología pop, energía cuántica reciclada y una pizca de marketing digno de influencer místico. El resultado: amuletos prediseñados con “propiedades específicas”. Amor eterno, riqueza ilimitada, apertura de portales interdimensionales mientras haces yoga en el bosque con un cuervo en el hombro. Muy histórico todo, sí, claro.
Ejemplos de bindrunes modernos salidos del horno esotérico y su triste realidad:
1. “Bindrune del amor eterno”: Gebo, Wunjo y Berkana, según dicen, atrae al alma gemela. Según la historia real: no hay ni un solo rastro de esto en inscripciones antiguas. Es un collage moderno con estética nórdica, como si Tinder tuviera modo vikingo.
2. “Bindrune de protección vikinga”: mezcla de Algiz, Tiwaz y Sowilo. Suena a que Thor mismo te lo tatuó en el pecho, pero otra vez: cero evidencia histórica. Pura invención moderna con símbolos pegados como si fueran stickers mágicos.
3. “Bindrune del éxito”: Fehu, Raidho y Ansuz. Se supone que te garantiza dinero, movimiento y sabiduría divina. En realidad, lo único garantizado es un tatuaje sin ningún respaldo histórico. Y probablemente una charla incómoda con alguien que sí estudió runología.
¿Pero existieron bindrunes de verdad? Sí. Spoiler 2.0: no eran mágicos.
1. Inscripción de Sønder Kirkeby (Dinamarca, siglo XI): un bindrune que combina Ansuz y Raidho dentro del nombre “Asrid”. ¿Un hechizo? No. Una abreviación práctica. Como firmar con tus iniciales.
(Fuente: MacLeod & Mees, 2006)
2. Piedra rúnica de Rök (Suecia, siglo IX): varias ligaduras gráficas (sí, bindrunes) usadas por diseño y economía de espacio. No para invocar a Freyja ni para manifestar prosperidad mientras cargas cristales.
(Fuente: Düwel, 2001)
3. Inscripciones en objetos cotidianos: en peines, espadas o tal vez en el lunchbox de algún vikingo. El peine de Ribe tiene un bindrune que forma “raþ” (consejo). Una marca, una palabra, cero misticismo.
(Fuente: Page, 1999)
Los bindrunes eran una herramienta práctica de escritura. Punto. No una varita mágica de runas. No un artefacto místico de la Edad del Hierro. Nadie en la Era Vikinga decía: “voy a dibujar esto para que Thor me pague el alquiler”. Todo ese cuento vino después, gracias al fanfiction esotérico del siglo XX y a las ganas desesperadas de ciertos gurús de venderte “sabiduría ancestral” en frascos con brillantina.
Y desde esta página, enviamos un caluroso (y nada mágico) saludo a todos los estafodes, brujos y brujitas que siguen vendiendo estas cosas como si fueran historia real.
Que Odín los mire… pero con cara de «¿en serio, otra vez con esto?»
